En el fondo, El Lodo es una historia atractiva. Une instinto ecologista con el recurso muy cinematográfico del héroe solitario contra la adversidad y la perversidad. Una especie de Conspiración de Silencio desplegada en el paisaje natural de la albufera de Valencia, plasmado con una fotografía espectacular a cargo de Guillem Oliver. La presencia en el reparto protagonista de Raúl Arévalo y Paz Vega aporta enjundia a un buen guión y una dirección correcta. Tal vez sea el desenlace, en mi opinión, lo más débil de la película, un tanto deslavazado, pero el recurso dramático de la historia brilla con luz propia. En la narración los problemas conyugales de falta de comunicación, del marido que pasa largas horas fuera de casa por motivos de trabajo, de la esposa solicita que un día se rebela contra las circunstancias, de hecho la última escena en el coche, demuestra que el director y guionista Sánchez Arrieta pretende dejarnos con la duda de una presunta reconciliación. El Lodo es un ejerci
Le reconozco a este cuento de terror sibilino ciertos momentos brillantes para quienes disfrutamos con películas del género. Más allá del elogio burdo a Rosemary’s Baby (Polansky,1968) que funciona más como excusa que como base argumental y la sentimental más que eficiente, algo no disimulado, puntada final a Psycho (Hitchcock,1960), la realizadora barcelonesa Mar Targarona funciona con luz propia y se muestra en planteamiento y nudo con efectividad, manteniendo firme el pulso del relato, sin titubeos. Incluso Belén Cuesta se gana con ganas el foco protagonista sin que nadie le haga sombra. Nada que achacar. Pero en mi opinión, es el desenlace la falla en la película, dando la impresión, esa que tanto fastidia, de que el guión no sabe finalizar el baile sin pisarnos un pie. La media hora final, los truculentos ritos de bañera elegante, la navaja de afeitar amenazadora en manos de la protagonista, la hija oriental de los vetustos y diabólicos alemanes, la batidora y una suerte difusa de